domingo, 10 de enero de 2016

Acechos

Desde la penumbra, desde la oscuridad y su estar a salvo. Con la seguridad de estar entre las sombras, acechaba a su próxima víctima. Era aleatoria. El mismo modus operandi, distintas víctimas, diferentes perfiles. Hombres y mujeres, sin la misma estatura, sin la misma complexión, ni siquiera parecidos. No era para ser evitado como Asesino en Serie, no era por difuminar las investigaciones policiales. Era otra forma de hacer las cosas. Azarosas.

La pregunta es: ¿Por qué cada vez que sucedía amanecía yo con las manos ensangrentadas y la consiguiente mancha entre mis sábanas? Aún sigo sin comprender ni recordar nada de los hechos. Y después, aún con mis sospechas, nunca encontré arma alguna en mis aposentos.

martes, 26 de mayo de 2015

La Gárgola



Pasas por debajo de mí, sin apenas darte cuenta. Recorres la Catedral de arriba abajo, su interior, veo como pagas tu entrada. A ti y a más de mil personas al día, con mirada de halcón y observo con gran detenimiento el paso del tiempo.

En mi cuerpo de piedra, en posición de iniciar el vuelo, con la mandíbula batiente, mostrando mis colmillos y mis alas comenzando a abrirse. Siempre en constante alerta, con los ojos fríos, con los músculos en tensión.

Sólo me verás si te fijas en la basa de mi columna, recorres su fuste y miras más allá del capitel sobre el que estoy apoyado. Podré maravillarte o darte miedo, llegando a acompañarte en tus pesadillas. Soy arte, y al mismo tiempo, el protector de la Catedral que debe inspirar la ira de aquellos que no me inspiran.

Así vivo mi día, sin embargo, cuando llega la noche, puedo relajarme. Mis músculos se extienden, se difieren unos de los otros. Mi mandíbula deja de estar contraída. Me siento sobre el capitel, dejo colgando los pies y respiro la brisa nocturna para sentirme vivo.

viernes, 10 de abril de 2015

En la cueva



A la luz de las velas, en una cueva, en solitario reposaba su cuerpo. El Apocalipsis había llegado por fin, después de que su clarividencia la avisara de todo lo que iba a pasar. Era la observadora del mundo y nadie la creyó cuando estaba avisando de los peligros. 

Ahora ya no podía ver, no podía dirigirse a nadie. El mundo ya no era lo que era. La destrucción de la capa de ozono y la entrada de los rayos ultravioletas había calcinado a la población humana sin más posibilidad de resurrección. Era la única superviviente de aquellas civilizaciones perdidas, unas más desarrolladas que otras.

To be or not to be”, citaba en su cabeza a Hamlet, como un pensamiento permanente. Y empezó la transformación. Su cuerpo empezó a emanar luz por cada uno de los poros de su piel, tan fuerte que la consigue resquebrajar. Como una serpiente que cambia de piel, su transfiguración en la Diosa que era dejó paso a la eliminación de la última parte de humanidad que había en ella. 

Lo había intentado todo, mas sus mensajes fueron tomados como erróneos. Ahora ella sobreviviría. El cuerpo humano que la aprisionaba a la vida mundana, ya no estaba.

martes, 17 de marzo de 2015

Deseos de fuga



Erizadas las pestañas, queriendo huir, aunque las piernas le pesaban enormemente. Las dos córneas sin ser protegidas por los párpados, dilataban la forma de sus pupilas, engrandeciendo el miedo que aterraba lo que estaba introduciéndose en su nervio óptico y arribaba a su cerebro. Su hipotálamo vomitaba hormonas que hacían estremecer su cuerpo, mientras sus glándulas suprarrenales desprendían adrenalina al resto de su cuerpo, que destruían por completo su cordura.

Restos del naufragio de la guerra que había asolado y destruido su ciudad natal, recalaron en ella más espíritus y cadáveres, de los que no se diferenciaba entre un bando y otro. Había llegado tarde con el veneno que tendría que haber pulverizado la vida de aquel monstruo, apenas unas horas antes.

No alcanzó más pensamiento de fuga, puesto que el dragón estaba harto de ruidos metálicos, de ruedas, de espadas, e hizo una última vigilancia. Sus garras acabaron con el miedo del último de los supervivientes.

lunes, 2 de febrero de 2015

La Visita

- ¿Ha llegado?
- Sí, ha llegado. ¿Le dejo pasar?
- Pasará de todas formas, ya lo sabes.
- Pero igual tiene solución.
- Los vecinos no han podido evitarlo.
- Tiene que haber alguna solución.
- Reza, si quieres…
- Pero…
- Hazte a la idea. Será mejor.
- ¿No es mejor morir de otra forma?
- Al menos, ha pedido permiso. Tómalo como un privilegio, otros no han tenido tanta suerte.
- Que pase entonces.

Los ojos de aquel amorfo humanoide repasaron la habitación en la que estaban encerrados. Los miró y pronunció unas palabras en su propio lenguaje, extraño y ajeno a lo inteligible.

- Hazlo ya.

Un rayo iluminó la habitación y sus cuerpos fueron descomponiéndose en partículas de ceniza. El extraterrestre miró hacia el espacio oscuro que habían dejado aquellos cuerpos y pensó hasta que límites llegaba la resignación humana. El perdón era una posibilidad que entraba en sus planes, pero no le habían entendido.

martes, 6 de enero de 2015

Una noche desgarrada



Sentía escalofríos por todo el cuerpo, la humedad de su piel se correspondía con el mismo líquido rojo que antes circulaba por sus venas y arterias, con menos presión, mas recorría cada poro por el que pasaba.

La noche había comenzado perfecta. Ahora no lo era tanto.

Sus fluidos iban cayendo sobre una palangana, mientras ella esperaba. Tenía los ojos desorbitados, relucientes, por el gran apetito que quería saciar. Se estaba revolviendo de placer, haciendo hambre.

Unos ojos atractivos, potentes, hipnóticos, y casi psicodélicos, enmarcados de la manera más perfecta posible y que hacían hace apenas unas horas, el deleite de sus deseos y esperanzas para aquella noche. Otra cuestión eran los colmillos que descubrió, y que fueron los que le desgarraron poco a poco.

Se acercó, le miró y le apuntó con el dedo, sin ser amenazador, sensual, casi con ternura y le susurró:" No tenías porque haber sido tú."

jueves, 1 de enero de 2015

Abrazos Navideños

Día 24 de diciembre, 20:00h. 


Los invitados a la cena de Nochebuena no paran de llegar y van entonando distintas conversaciones, unas más banales, otras de viejos recuerdos, causadas por el tiempo de no haberse visto, la mayoría, desde las Navidades pasadas. Los culpables: el trabajo, la familia, el vivir por distintos puntos de la geografía española. Cada cual exponía la excusa de no estar disponible para los demás de la forma más convincente posible.

Por el acontecimiento y por el número de personas, la familia y las partes anexas a ellas, decidieron que iban a realizarlo en un restaurante de moda, que se encontraba a un precio asequible para ser la época. Se había tenido que reservar casi en Septiembre, para que todos pudieran planear con anticipación, el acudir al evento.

Todo el mundo se fijó en que el Centro de Mesa no era el típico de Navidad, con las flores rojas de Pascua ni los típicos muñecos estereotipos. Había, eso sí, un árbol de unos 30 cm. de altura, un bonsái de pequeño abeto, decorado con lo justo y necesario para ser correspondiente a las fechas. Sin embargo, no desentonaba del resto de la decoración y había uno en cada mesa. Todos los niños querían tocarlo, mientras los padres intentaban evitarlo por todos los medios.

Debajo de él, había tantas cajitas de regalo como invitados tenía la mesa. Miraron a las que tenían 2 ó 4 comensales y eran el mismo número de cajitas. En la suya había 30, exactamente, como el número de invitados.

Se anunció que, hasta las 21.15 horas, no empezaría nadie a cenar. Era una orden que venía a través de la megafonía. Se indicó que no se aceptarían más invitados y que se cerrarían las puertas del restaurante, ya que todas las mesas estaban ocupadas.

Fue una sorpresa para todos los asistentes, que desconocían las costumbres del local. Mas era Navidad y todo el mundo quiso seguir las normas, sin ninguna protesta.

A las 21:00, se pidió a todos los asistentes que se sentaran a cenar. Y los camareros empezaron a repartir sobres a todos los comensales. Cuando los abrieron, tenían dentro una cinta de colores, con una pequeña etiqueta. En ella, tenían que apuntar el nombre de mesa y su nombre completo.

A las 21:10, los camareros volvieron a salir, esta vez, con un gran cubo de metal, decorado en su exterior con Flores de Pascua y se pidió a todos por megafonía, que hicieran entrega de su teléfono móvil. El cubo sería tapado y puesto al pie del árbol que hacía de centro de mesa, relajando a los asistentes, que siempre lo tendrían a la vista.

La curiosidad hizo que todo el mundo pusiera la cinta correspondiente sobre su móvil y siguieran las indicaciones, aunque no faltaron las reticencias, lo que hizo que la operación se alargara casi 15 minutos. El hambre de los demás asistentes hizo claudicar a los resistentes del hecho.

Una nueva voz de Megafonía, anunció algo nuevo. No había que esperar a después de la Cena para poder abrir las cajas de debajo del árbol. Todo el mundo cogió una, menos la gente mayor a la que se las acercaron, menos a los niños, que querían coger todas las cajas. Los bebés no se enteraron de mucho más que mirar las luces que decoraban la mesa y las paredes, abriendo los ojos de par en par.

Al abrir la caja, la mayoría se quedó extrañada, porque sólo había un pequeño papel doblado, llamativo eso sí, por su forma de pergamino quemado en las puntas y costados.

En todos ponía lo mismo:
“Mira a tu izquierda,
Mira a tu derecha,
Mira al frente,
Y revisa que todos tus invitados están.
Ahora, abrázate a cada uno de ellos.
Dale las gracias por venir.”
Los más atrevidos iniciaron al instante la operación, lo que hizo que, poco a poco, todos y cada uno de los invitados del restaurante, hicieran más esfuerzo por entrar en la dinámica impuesta.

Al cabo de 10 minutos, todos, niños, abuelos, padres, no padres, parejas, matrimonios, cuñados, tíos, sobrinos, no sabían por qué, pero sonreían y se sentían, en cierto modo, bien consigo mismos y sobre todo, con los que estaban en derredor. Las ironías volvieron, las carcajadas, los chistes, las caricias en las manos, dejaron paso a paso mella en cada uno de los corazones.

Sólo volvieron a la realidad cuando vieron que los camareros surgían de la penumbra con los primeros platos que se iban a servir en aquella cena inesperada. Las conversaciones fueron surgiendo solas al cabo de una perfecta velada.

Los móviles tintineaban, posiblemente, llenos de mensajes, en el interior de los cubos de metal. Sin embargo, aquella noche, se convirtieron en un simple himno musical de fondo, casi inapreciable, para unas Navidades.